MEDITERRÁNEO:

vía directa a la KALMa

El Mediterráneo, Mare Nostrum de los romanos es también nuestro mar. Todos los que nos asomamos a sus aguas hemos bebido de las mismas fuentes, lo reconozcamos o no, somos un crisol de culturas.

Desde Mesopotamia, donde los antiguos situaron al Paraíso, a su zona más occidental donde el mítico Argantonio reinaba, los mercaderes y los conquistadores lo han cruzado de Oriente a Occidente y de Norte a Sur a lo largo de los siglos.

Los comerciantes fenicios y griegos establecieron colonias en las Baleares y Cataluña. Abraham, padre de la fe de judíos, musulmanes y cristianos era de Ur, en Caldea.

Los griegos extendieron sus colonias por las islas, Asia Menor e Hispania. Llevaron sus mercancías pero, sobre todo su cultura. La influencia de sus filósofos Platón y Aristóteles y su modo de gobierno ha llegado hasta nuestros días. Egipto acogió desde la antigüedad a los que acudían buscando ayuda material, conocimientos científicos y técnicos.

Roma nos unió a todos bajo su dominio, dejándonos las grandes obras públicas y fundamentalmente el derecho romano y nos agrupó bajo el mandato imperial, con lo que expandió a todas las riberas del Mare Nostrum el conocimiento de todas las culturas que ella iba conociendo y disfrutando, hasta que la invasión musulmana procedente de oriente llegó a los Pirineos y cambió la fisonomía de este y sur de nuestro mar. Los musulmanes nos enseñaron adelantos en astronomía y medicina y conocimos filósofos y literatos. Descubrimientos y conquistas de españoles y portugueses llevaron el modo de ser mediterráneo a otros países. La exploración de nuevas tierras, culturas y tradiciones ha culminado eventualmente en una convivencia nutricia y recíproca entre culturas muy dispares, aprendiendo unas de otras e incorporando  lo aprendido cada uno en nuestra cultura.

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Los juegos olímpicos que nacen en Grecia reúnen a atletas de todas las zonas de influencia helénica de las islas y el continente. Estos juegos o similares pasaron al resto de países mediterráneos como en el coliseo romano. Juegos del Mediterráneo en el que participan todos los países de la cuenca mediterránea.

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​Si hay algo que haya trascendido las fronteras y los siglos, ha sido el arte. Desde el Zigurat a las pirámides y los templos griegos y romanos, de las iglesias bizantinas a las románicas y góticas y las mezquitas musulmanas, los mercaderes llevan de un lado a otro las nuevas tendencias estéticas. ”La leona herida” y los toros alados asirios, los toros de Creta y los españoles, las maravillosas esculturas griegas, las pinturas egipcias, los mosaicos romanos, convertidos en los dorados bizantinos y venecianos, los artesonados y yeserías musulmanas, todos traspasan fronteras y su influencia se encuentra a ambos lados del Mediterráneo. Es un arte original y a la vez lleno de influencias que conforma nuestra cultura, pero hay algo que nos une y hace que nos identifique frente a otras culturas: la KALMa Mediterránea.

La fusión del culto al cuerpo en el deporte y la belleza se plasma en bellas esculturas y pinturas.

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En tiempos más modernos proceden tres movimientos: la cultura de los Ilustrados, la Enciclopedia y la Revolución Francesa.

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Todos estos pueblos y acontecimientos no han logrado cambiar el modo de ser de la gente mediterránea: amables, tranquilos, amantes de la buena vida, pero al mismo tiempo trabajadores, curiosos, abiertos a la innovación y tecnología.

En parte, este modo de ser es debido al clima cálido del verano Mediterráneo que conduce al descanso durante las horas más calurosas del día; mientras que el frescor de la tarde y los inviernos templados invitan a pasear y a encuentros sociales en las calles y en el exterior; forjando una personalidad extrovertida que crea redes de relaciones solidarias familiares, de amistad y profesionales, charlas, tertulias, encuentros compartiendo la filosofía de vida son parte de la vida diaria generación tras generación.

Esto ha gestado una cultura muy bien establecida de intermitencia entre descanso y trabajo.

El clima y el entorno, junto con el trabajo de agricultores y ganaderos con una tradición milenaria, permite cultivar una enorme variedad de alimentos frescos y ricos en nutrientes que constituyen la base de una alimentación sana y equilibrada. Si añadimos el suave ejercicio físico que supone pasear y encontrarnos en la calle, además de la cultura de cuidado del cuerpo y la  belleza heredada de los clásicos, obtenemos el bienestar y salud que nos caracterizan.